El pasado 25 de noviembre se celebró el Día Internacional contra la Violencia de Género.
Como dijo un conocido en Facebook, hay que recordar que el año tiene 364 días más… y muchas son las mujeres que, a pocos días de finalizar 2015, han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Y otras tantas que sufren situaciones asfixiantes, de forma diaria, continua, en diferentes entornos, en diferentes estratos sociales…
En esta situación, lamentable se mire por donde se mire, son muchas las personas que en el plano institucional se rasgan las vestiduras en ocasiones como estas, y de forma hipócrita y farisaica prometen acciones, iniciativas, medidas, recursos… y luego, ¿qué?
Son muchos los frentes por donde hay que trabajar para poner solución a esta forma de terrorismo que hunde sus raíces en una sociedad profundamente patriarcal y machista. Porque es una forma de terrorismo que no solamente incide sobre las mujeres. Emponzoña nuestra sociedad, y pone de manifiesto sus carencias y sus debilidades ahí donde más nos resistimos, en los valores.
Sí, los valores.
Esa palabra que ahora tanto se maneja. Que parece que de repente ha surgido como de la nada y ha de levantar al personal de su zona de confort para empezar, por fin, a mover el culo (y perdón por la expresión), dejar de lamentarse y lloriquear y coger las riendas de sus vidas.
Educar desde los valores es formar ciudadanos y ciudadanas conscientes de sus capacidades, de sus carencias. Es hacerles tomar conciencia de su papel, comprometido necesariamente, en la construcción de una sociedad mejor, cuyo desarrollo no puede quedar en manos de unas pocas personas, esas que en algún momento de locura elegimos sin saber después muy bien por qué.
Esa educación en valores tiene pleno sentido en esta cuestión, precisamente por esa sociedad patriarcal y machista que aún hoy, por mucho que a algunas personas se les llene la boca, está plagada de estereotipos que se difunden por doquier. Por ello, desde los patios de colegio, los niños y las niñas deben ser educados para superar los estereotipos que implícita y explícitamente reciben desde diversos canales. Tienen que conocer lo que nos hace diferentes pero también lo que nos une, siendo capaces de trabajar la diferencia de forma constructiva.
Además, es necesario no abandonar esta tarea en edades posteriores, formando a las y a los educadores para que sean capaces de formar, prevenir, detectar, situaciones de desigualdad y situaciones de violencia de género, que admite muy diferentes formas de expresión, y no siempre se perciben, al menos no de la misma forma. Y trabajando directamente con el alumnado más joven para precisamente, identificar esas situaciones, verbalizarlas, y formular estrategias en centros educativos y en otros espacios de interacción, que nos permitan no bajar la guardia.
Desde eCivis consideramos que la educación es una herramienta fundamental para dar la vuelta a este modelo de sociedad que no gusta, que no sirve, que no prospera. Sólo formando en valores tendremos los cimientos para una ciudadanía sin estereotipos. Y no es fácil. Tampoco inmediato. Pero hay que hacerlo.