Imaginación y Esperanza. Con dos palabras, la periodista a la que escuché hace unos días intentó resumir el periplo perverso de los miles y miles de personas que han dejado su vida atrás para buscar otra, en algún sitio. Tal vez quería dar un tono épico al desalojo de Calais. Tal vez en un esperpéntico propósito de dejar huella, no sé, tal vez para una película de esas que nos erizan el vello de los brazos. Ya que la realidad nos deja incólumes y ajenos en nuestra individualidad y problemas banales.
El desalojo de Calais se suma a otras tantas noticias donde desayunamos con los miles de personas que han dejado su vida en el Mediterráneo, en el peor año conocido. La imagen de Aylan fue tan solo un trending topic. Poco más.
Y justo hoy comparten en mi perfil de Facebook un vídeo de los niños y niñas sirias, que padecen lo indecible. Y lo enseño a mis hijas, absortas en la comodidad de sus juguetes y caprichos, y hacen preguntas incómodas.
Muchos dicen que el asunto se nos queda grande a las personas de a pie. Pero somos los ciudadanos y las ciudadanas quienes a lo largo de los años hemos logrado, granito y granito, pequeñas grandes cosas de las que hoy nos beneficiamos muchas personas. Y ello me hace pensar, ¿y en este caso por qué no? ¿Por qué son siempre los mismos quienes acuden a las concentraciones, a las acciones de repulsa, a las iniciativas de apoyo?
Este tipo de noticias se han convertido en parte del menú de los telediarios, junto con el cambio de hora, el tiempo y la sempiterna corrupción de este país, que tampoco parece perturbarnos demasiado, más allá de las tertulias de sobremesa y los memes de redes sociales.
Y yo me pregunto, ¿acaso no tenemos responsabilidad en ese esfuerzo de imaginación y esperanza? ¿No son ambas palabras sino un clamor a nuestra sociedad por utilizarlas, por tener imaginación y esperanza, en la construcción de un mundo mejor?
No te quedes ahí, hundido en la comodidad del sofá y las noticias complacientes. Participa y reacciona. Allí nos veremos