Probablemente, en los años de la abundancia, no tan lejanos, nos animamos a crear soluciones informáticas completas, (y complejas), para dar cobertura al modelo de Administración Electrónica que se nos presentaba. Estos enfoques han creado escuela y hábitos en el diseño de estas soluciones, que serán difíciles de eliminar, como suele pasar con los hábitos.
Estos hábitos tienen relación con lo conocido históricamente de las aplicaciones de gestión. Sin olvidar, la cantinela que se escuchaba dentro de las administraciones sobre que los técnicos de la administración ya no tendrían que hacer nada, porque la ingente labor de registro de información ya no sería necesaria y las comprobaciones se iban a hacer también automáticamente. Pues bien, los hábitos del diseño y la orientación de la automatización total nos ha llevado a exigir unos formularios perfectamente rellenos, e incluso con nuevos contenidos que hasta ahora no había, y un incremento en la seguridad sobre quién entrega la información, algo que no se exige en el ámbito presencial (es normal ver a un mensajero, casco incluido, entregando documentos/solicitudes en los mostradores de los registros de entrada de las administraciones).
Por un momento, debiéramos recordar la esencia de la tramitación administrativa, sin componente electrónico, y su norma. Si hay algo fundamental en el derecho administrativo es el documento administrativo, sustento de toda actuación. Obviamente este documento tiene que estar firmado por la persona u órgano correspondiente. Hasta aquí nada nuevo; pero al trasladar estas exigencias al mundo electrónico, nos encontramos en casi todos los casos con que se exige rellenar la solicitud de forma on-line, incluidas validaciones ad Administración Electrónicaternum, adjuntar documentos electrónicos como justificantes, y firmar on-line dicha solicitud; y cuando se alinean todos los astros el sistema devuelve el acuse de recibo de esa entrega.
Hacer una solicitud al modo tradicional es algo más que conocido por la ciudadanía. No hay temor a acudir para ello a la administración, es más, hay una costumbre que roza ya la osadía. Ahí el quiz de la cuestión. Existe hábito, costumbre. Y el temor a cuestiones relacionadas con la seguridad, etc., quedan en un segundo plano. Porque hay confianza.
En un momento en que las herramientas para prestar servicios públicos electrónicos de calidad ya están en marcha y entendemos que rodadas y maduras, es importante solventar los escollos normativos que pueden hacer que esa forma de tramitar quede en un segundo plano. Precisamente porque al ser conocido el modo tradicional, y no esforzarse en generar un hábito entre la ciudadanía (no a título general, pero sí en bastantes casos), no termina de cobrar protagonismo.