En las últimas semanas se viene escribiendo con intensidad en los medios sociales acerca de la burbuja del emprendimiento. Entendemos por tal concepto la eclosión de noticias, la visibilidad, el estímulo no sabemos si exagerado a la vocación emprendedora, siempre circunscrita a la creación de nuevas empresas.
La gran pregunta es si hay pastel para tanto plato, si tantas y tantas empresas tienen cabida en un mercado aparentemente maltrecho y un poco temeroso de consumo.
Las voces son dispares, y mientras algunos se echan las manos a la cabeza, otros apuntan a la creatividad, a la diversificación de los nichos, del concepto de consumo…
Desde las instituciones públicas están surgiendo diversos programas que en realidad visten de otra forma el apoyo que a nuestro entender ya se había dado al emprendimiento. Tal vez con el matiz de no ceñirse exclusivamente a la creación de empresas, sino al fomento de otras aptitudes vinculadas a la idea de emprender, y que a nuestro juicio es la línea que debe seguirse.
Estamos de acuerdo en que es una burbuja a punto de explotar el fomentar el emprendimiento como autoempleo, puesto que en realidad es una mera falacia llamada a tapar agujeros, los agujeros de una incapacidad más que demostrada para aportar soluciones creativas al problema del desempleo.
No pensamos que es una burbuja el potenciar la actitud emprendedora, bien entendida desde la raíz, como instrumento imprescindible precisamente para eso, para articular propuestas creativas contra el desempleo, empoderando a la juventud, apoyando iniciativas curriculares que estimulen la autonomía, el compromiso, la participación y en último término el emprendimiento (el personal, el intra y el de la creación de empresas).
Conocemos diferentes iniciativas que se están poniendo en marcha en torno a esta reflexión, pero lo hacen aún tímidamente. Se dirigen a la estructura educativa, pero más para crear potenciales creadores de negocios, más para quitar el miedo a crear empresas, que siempre ha sido un poco la bestia negra de nuestro modelo educativo, ese donde el sueño de madres, padres, hijos e hijas era ser funcionario/a o Notario/a antes que empresario/a… Lo de “mamá quiero ser artista…”, iba un poco por ahí, solamente había que leer entre líneas.
No es una burbuja del emprendimiento el estimular la creatividad en nuestra juventud. No es una burbuja del emprendimiento el fomentar encuentros participativos entre emprendedores, empresarios/as y otros colectivos para intercambiar experiencias y puntos de encuentro. No es una burbuja del emprendimiento el estudiar las peculiaridades del emprendizaje del colectivo inmigrante y comprobar lo mucho que se puede aprender de su experiencia.
Burbuja, para nosotros, es meter en el saco del emprendimiento la pura y dura creación de empresas, y por extensión, los chiringuitos, cursitos y ponencias de quita y pon, que lo mismo hablan de esto que de la cría de la langosta, al albur de las modas mediáticas que tan rentables resultan para algunas personas.