La administración electrónica ha llegado para quedarse. Son varios ya los años en los que las organizaciones públicas de nuestro país están dedicando esfuerzos más o menos importantes por dar visibilidad electrónica a sus servicios públicos, para cumplir un mandamiento legal que responde a un clamor ciudadano en una sociedad cada vez más global, más vertiginosa, más interconectada.
En la actualidad, de alguna manera quien más quien menos ya se ha estrenado en esto de tramitar electrónicamente con la administración. Y la pregunta en este caso es ¿qué es tramitar o, cuando menos, relacionarse electrónicamente con la administración? ¿cómo de útiles son esos servicios electrónicos? ¿cuál es la percepción ciudadana de ese escaparate virtual?
Un brevísimo recorrido por los espacios web de nuestros municipios más cercanos nos muestran un panorama de lo más variopinto, siendo muy pocos, contados, los que alcanzan a estar en el ranking del último informe Orange sobre el tema. Y en todo caso, la utilidad puede resultar más que discutible.
Hablamos siempre de utilidad, de usabilidad, de eficiencia y de rentabilidad. Que no de calidad. Aunque tal concepto bien puede considerarse embebido en aquellos, si los mismos se cumplen. Porque sin lugar a dudas estaría respondiendo a las necesidades demandadas, tanto social como normativamente.
Percibimos una necesidad de conocer cómo se ven esos servicios electrónicos desde fuera. Porque siendo conscientes las y los regidores públicos de la inversión requerida y muchas veces realizada, del cambio tecnológico y sobre todo cultural que ello exige a nivel interno en su organización, parece que en la mayoría de los casos se olvida que como públicos que son, tales servicios siguen estando orientados a la ciudadanía, y su finalidad es su uso, si es frecuente y con resultados, mejor que mejor. Porque en las aguas procelosas en que nos ha tocado navegar, qué mejor forma de contener gasto que rentabilizando inversiones realizadas, simplificando esfuerzos presenciales que bien pueden aprovecharse en otros menesteres.
Conozcamos pues, cómo de buenos son nuestros servicios públicos electrónicos. Y si no lo son, o menos de lo que pensábamos, considereremos opciones que a medio plazo serán también de mejora a nivel general de nuestra organización.