De la crisis del coronavirus tiene que salir algo positivo. Aunque sea remotamente. Me niego a pensar que hemos entrado en una oscuridad infinita. Más bien pienso que es un aviso ¿alienígena? 😉 para navegantes y navegantas, por lo rematadamente estúpidos que estábamos siendo. Levantando fronteras donde no las había, ahora las hacemos más alta para encerrarnos a nosotras mismas. Llevando el planeta al límite, ahora los animales campan a sus anchas por las calles desiertas y por las playas salvajes de nuevo, supongo que atónitos, como nosotras, mirando desde nuestras ventanas. La contaminación baja a mínimos mientras escucho por mi ventana el canto de los pájaros, y el silencio sepulcral de una ciudad que contiene la respiración cada vez que se escuchan las noticias. Consumiendo como si no hubiera un mañana, nos hemos despertado con el día de la marmota a nuestros pies, atrincherados en nuestras casas.
El crecimiento exponencial de esta crisis parece no tener fin y nos sume a todas en una incertidumbre inédita. De las risas y los mémes hemos pasado al silencio. Y los mémes siguen, pero más de reír por no llorar. La cosa no está para bromas, por mucho que algunas se empeñen en fakes desalmados y mezquinos que nos hacen dudar de la especie humana. Menos mal que hay gente todavía cuerda, con iniciativas maravillosas que nos recuerdan el poder de la acción comunitaria. No sé si por el miedo, porque realmente hay solidaridad o por qué, pero comunitaria al fin y al cabo.
Como he leído esta mañana, esto que estamos viviendo debería ser el fin del mundo que hemos conocido, el fin de la forma que tenemos de entender el mundo. El fin de nuestra arrogancia, de nuestra prepotencia, de nuestro consumo infinito, de nuestra avaricia. No se trata de parar y luego pisar el acelerador a fondo para recuperar el tiempo perdido. No quisiera volver a ver diluído el saludo de las ocho a mis vecinos y vecinas, en la vorágine de la rutina feroz. Espero y deseo que estas sonrisas cómplices de las ocho de la tarde vayan más allá de estas semanas, meses, o lo que tardemos en resolver esto. Ojalá, en definitiva, que este compromiso comunitario no quede en un espejismo y aprendamos la lección.