Tras la comida coloquio celebrada a finales de septiembre con Izaskun Bilbao y Juanjo Álvarez, la segunda edición de Europeando cerró su ciclo con una sesión de debate en la Romo Kultur Etxea, el pasado miércoles 3 de octubre, charlando sobre experiencias locales en torno a los tres capítulos del Pilar Europeo de Derechos Sociales.
Una de las cosas que quedaron claras en el debate fue, sin duda, lo mucho que queda por hacer en Europa para que sea realmente social. Y es que estos últimos años han puesto las cartas sobre la mesa y han dejado claro que asistimos a una involución del proyecto europeo en este terreno, tan importante y tan necesario. No parece que el articulado del Pilar Europeo de Derechos Sociales haya tenido ni vaya a tener un calado profundo en los programas europeos, más allá tal vez, de un panfleto partidista en las próximas elecciones. Hay muchos frentes abiertos en la política, europea y nacionales, mucha prisa y poca visión a medio plazo. Porque lo que está pasando ahora en Europa tiene como base la ruptura del contrato social que nos llenó a muchas y a muchos de esperanza en un proyecto europeo que sí, parecía responder a esa utopia de una Europa diversa, social, ciudadana. Pero no. El tiempo ha demostrado que han sido otros los intereses, y la progresiva pérdida de confianza de las personas en el modelo político de Europa y de sus Estados ha llevado, en parte, a esta situación actual de cuestionamiento de todo.
En el debate hubo espacio para llamar la atención del papel que las organizaciones civiles están y estamos desempeñando para intentar suturar esa brecha profunda, buscando alternativas que mantengan un cierto estándar de la Europa Social, esa de la que tanto presumimos fuera de nuestras fronteras. No estamos mal, pero podríamos estar mucho mejor. Hace falta compromiso y coordinación de verdad entre las instituciones, y un cambio radical de modelo que siente las líneas maestras en Europa a partir del reconocimiento de la diversidad de los modelos estatales.
Un reto difícil, sin duda. Pero queremos pensar que no es imposible. Al menos, si queremos preservar el proyecto de construcción europea. Porque si se pretende hacer al margen de las personas, estará perdido.