Pedagogia de la participación


La participación de la ciudadanía está de moda. Escuchamos iniciativas por doquier, procedentes de las administraciones públicas, quienes con más o menos imaginación intentan subirse a la ola de la transparencia y las sinergias que tanto y tan bien suenan en los foros de la Administración.

Parece que son las administraciones las que deben recoger el guante de esta demanda. Y la verdad es que han sido muchos los años de oscurantismo y estanqueidad. Bienvenidas sean por tanto estas propuestas, que aunque tienen que mejorar mucho todavía, van por el buen camino.

La ciudadanía también quiere subirse al carro, y por qué no, desde plataformas cívicas, aspiran a diseñar iniciativas que capten el interés de sus vecinos y vecinas, para procurar cambios, generar reflexión, provocar reacciones y compromisos.

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¿Tiene esto una dimensión política? Aquí entramos en los matices y en el debate. Y en la inevitable cuestión sobre qué entendemos por política. Porque cuando presentamos cualquier iniciativa, parece que hay que andar con pies de plomo por aquello de dejar claro que «lo nuestro no tiene ninguna vinculación política». Ay, qué gran error.

Recuerdo que mi profesor de Derecho Político de primero de carrera comenzaba su asignatura allá por septiembre hablando de la política y la polis. La polis. La ciudad. Donde todos (por aquel entonces, únicamente todos. Las todas andaban en otros menesteres) tenían casi diría que la obligación de inmiscuirse, de una u otra forma, en los asuntos de la polis. Para que todo el engranaje funcionara como debiera.

Obviamente, esto era la teoría. Los dimes y diretes de la política actual no son flor de un día, y desde siempre los tejemanejes de altas alturas han quedado fuera del alcance de la ciudadanía de base.

Pero tomando esta referencia, creo sinceramente que las organizaciones civiles están llamadas a hacer política, desde sus propuestas y sus intentos sinceros de colaboración con las instituciones, en el sentido de producir el compromiso ciudadano, de comunicar, de difundir, de crear una opinión honesta, ajena a intereses partidistas de ningún tipo, y comprometida exclusivamente con el ánimo de crear y construir ciudad.

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Administración y ciudadanía están llamadas a encontrarse en algún punto de estos procesos participativos. Están llamados a superar la confusión que producen los comienzos, la incertidumbre de los pasos que se dan. Están llamadas por tanto a definir en colaboración modelos de pedagogía para que los esfuerzos de participación lleguen a buen puerto y consigan realmente sus objetivos.

Sin intereses de ningún tipo que no sean los de construir ciudad.

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