La punta del iceberg


El pasado 19 de diciembre terminamos la iniciativa «Empoderamiento Financiero», que con el apoyo del área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Getxo pretendía acercar los conceptos económicos y financieros a la ciudadanía de Getxo.

Ha sido una experiencia piloto muy satisfactoria, que ha servido para explorar las demandas de las y de los getxotarras, y poder definir así escenarios para futuros encuentros.

En la última sesión, Saioa de Fiare Euskadi Elkartea nos invitó a hablar sobre el uso responsable del dinero. Colofón entendíamos que acertado y necesario, puesto que no todo iba a ser hablar de los derechos que tenemos como consumidores y consumidoras, sino también de la imprescindible toma de conciencia que se nos requiere como ciudadanía, si realmente queremos una sociedad completa en términos de equidad y justicia, para todas las personas.

Debatiendo sobre lo que es y lo que no es economía, salieron a la luz cuestiones que de vez en cuando salen en los medios de comunicación, pero que parece que van un poco de relleno y con poca chicha. Y es que las personas asistentes planteaban el debate que cuál es el valor y su impacto en el PIB, de todas aquellas tareas que se realizan (casi siempre por mujeres), que no tienen una valorización (si se me permite la expresión) en términos económicos, pero que, sin dudarlo, representan un pilar elemental para que todo lo demás funcione.
Se hablaba por ejemplo de las tareas del hogar, la atención de personas mayores, enfermas y de los niños y las niñas. Actividades todas ellas necesarias, sin las cuales todo se vendría abajo más tarde o más temprano y que, sin embargo, apenas se reconoce o se valora.

Tal vez podríamos pararnos a pensar en el descalabro que supone para la organización familiar, el que se ponga malo el pequeño o la pequeña de la casa, el encaje de bolillos que hay que hacer para llevarles al médico, atenderles en casa… O pensemos lo que pasa cuando se pone un familiar enfermo y hay que atenderlo en el hospital. O imaginemos llegar a casa con todo empantanado, la ropa sin planchar, la comida sin hacer… En definitiva, tareas más o menos cotidianas o habituales que tal vez por ello precisamente, quedan en una rutina invisible que hace que no se valoren.

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Ahora que se ha hablado un poco bajito de la conciliación horaria, se podría tirar un poco más del hilo y meter todos estos temas también en el saco del debate. Porque al final, queramos o no, guardan algo de relación entre sí. Ya que en definitiva se trata de hacer una sociedad más razonable, gestionada desde el sentido común y la corresponsabilidad. Porque tal vez, cuando se asuma un reparto equilibrado de tareas entre las personas y sin distinción de los sexos, cuando se tome conciencia del valor del cuidado y las tareas del hogar, sin que el género constituya un elemento diferencial, tal vez entonces, la toma de las decisiones económicas se haría de otra forma, ya que ese tiempo, de repente, tendría un valor de esos que puntúan para el PIB y demás indicadores. Tal vez.

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