Terceras elecciones. En diciembre. Otra vez. A veces tengo la sensación que nos están tomando el pelo. Que te llaman a las urnas, te llaman a votar, y tú vas y ejerces tu derecho, que ya empieza a ser una obligación un tanto desesperante. Y cuando se constituye el Congreso con la que se supone es la representación de la voluntad popular, no hay una clase política de altura capaz de tomar las riendas del país, desde la posición que toca a cada cual.
Y se nos vuelve a quedar cara de panoli, otra vez. Y vuelven los memes a las redes sociales, otra vez.
Y los debates de radio y de televisión son cada vez más aburridos. La campaña electoral se recorta… Y me da la sensación que la ciudadanía y la clase política vivimos en dos dimensiones diferentes, ocasionalmente conectadas por necesidades intangibles, pero muy costosas a la larga.
Aunque paradójicamente esto de repetir elecciones porque no hay un consenso entre las fuerzas políticas podría sonar a democracia en estado puro, a mí me suena a un pitorreo a la cara de todas las ciudadanas y todos los ciudadanos que nos levantamos todas las mañanas con el propósito o la intención de levantar el país, cada persona como buenamente puede. Tengo la sensación que se ha producido ya una disolución absoluta de la teórica separación de poderes, que todo está interconectado en un marasmo de corruptela, ambiciones medievales de poder, donde todo es una sola cosa y al servicio de ella . Y que la ciudadanía queda muy lejos, es sin más un instrumento necesario para cumplir con el papel. Pero para poco más.
Me da igual la nueva, la vieja política, la que fue o la que será. Mientras los partidos políticos hacen echar humo a la calculadora y entonan cánticos de sirena para buscar la responsabilidad del fracaso, mientras tanto digo, el reloj corre en contra de todo. En contra de nuestra economía, en contra de todas las personas que quieren innovar en este país y hacer ciencia e investigación, en contra de todas las personas que nos rebelamos a condenar a este país a la pandereta, la sangría y la playa. A todas las personas que simplemente queremos construir un país mejor. Y para ello me da igual un color u otro.
Para ello reclamo, exijo como ciudadana, una negociación cabal y sin pensar en poltronas. Una negociación donde cada cual comprenda sus fortalezas y sus debilidades, para ejercerla, o para resolverla, en el lugar donde la corresponda. Porque en un Congreso con diversidad de colores, la posición de cada fuerza cuenta. Y cada fuerza desde donde le toca, puede procurar cambios y mejoras en nuestro país. Que no es que ande sobrado precisamente. Esa negociación sin duda, creo que es lo que esperamos toda la ciudadanía, como rentabilidad esperada de esa papeleta que ya vamos a depositar, a buen seguro, por tercera vez.