Hace unos días desayunamos con la noticia de otra novedad más de la Ley Wert: menos filosofía y más emprendimiento. Básicamente el asunto se intentaba vender con que la chavalería iba a aprender a hacer un plan de negocio, que es más interesante que Platón y su caverna, sobre todo teniendo en cuenta que como no hay forma de encontrar un trabajo en condiciones, pues casi mejor que se lo busque cada uno por su cuenta, y como pueda.
A mí me parece lamentable que se intente engatusar a la ciudadanía con el consabido discurso del emprendimiento, ese con el que nos llevan sermoneando desde que comenzó la crisis, como si fuera la panacea y la solución a todos los problemas.
Porque el emprendimiento no es eso.
Y la imagen de la filosofía como el ladrillo de turno, tampoco.
Modernicémonos un poco. Aunque ello suponga rasgarnos las vestiduras y reconocer que sí, que el modelo educativo es un asquito, que muchos centros están empezando a buscarse la vida, y que poco a poco están surgiendo iniciativas sociales que intentan dar otro sesgo a las noticias manipulativas que intentan vendernos.
Porque la filosofía puede ser un ladrillo, vale. Pero si consideramos que emprender NO es solamente saber hacer un plan de negocio, tal vez por ahí empezamos a ver un hueco. Emprender es el ADN con el que nacemos, todos nacemos con vocación de crear, de probar, de equivocarnos, de aprender. Y el modelo social y educativo donde convivimos lo entierra, lo anquilosa. Craso error intentar resucitarlo en secundaria, sin haberlo trabajado antes. Y peor aún, considerando que lo único a lo que se reduce es a saber hacer un plan de negocio, y algunas cosillas más de esas que enseñan por ahí.
Yo me imagino un modelo educativo que empiece empoderando a su profesorado, y especialmente a los de filosofía, que tienen los mimbres para ser capaces de impregnar el espíritu emprendedor en su alumnado. Y luego, complétese con aprendizajes de Modelo Lean, Planes de Negocio, y demás aledaños.
Porque emprender es empoderar, activar a nuestra juventud, pulsar el botón “on” que estaba apagado para recuperar las riendas de la propia vida. Y eso puede hacerlo estupendamente un profesor de filosofía, una profesora de literatura. Eso sí, empoderados para educar, enseñar a aprender. Y no a aborregar.
Pero esto es mucho pedir a la Ley Wert… y a cualquier otra ley de Educación.
Así que habrá que remangarse y seguir pensando iniciativas.