Hace escasos meses que disfrutamos (por decir algo), del Portal de Transparencia, actuación que se enmarca dentro del supuesto interés de nuestros gobernantes por ofrecer una imagen clara y completa de lo que es la gestión pública a los diferentes niveles, buscando lavar la imagen de una democracia más que emponzoñada por los últimos escándalos de corrupción, esa práctica tan arraigada en nuestra cultura, pero que en tiempos de crisis y de apreturas, duele más que en otras.
Este Portal se ha acompañado de diferentes disposiciones normativas, ruedas de prensa a nivel estatal, autonómico, local… Estadísticas y encuestas aquí y allá…
¿Cuál es el resultado? Ciertamente, y en nuestra opinión, pobre y escaso. La transparencia de nuestra cosa pública está siendo víctima de un intencionado coitus interruptus. Puesto que la ciudadanía se queda con las ganas, entra en el Portal, ávida de información, en ese afán tan nuestro de cotillear, de saber de la otra persona, pero bien entendido en este caso, como un derecho fundamental por saber qué se hace con nuestro dinero, cómo se gestiona nuestra soberanía… Y ahí te quedas a medias. Porque entre el certificado, el DNI electrónico, la instalación si no lo has hecho ya de toda la parafernalia necesaria para que este tinglado funcione.. te quedas mirando a la pantalla y poco más.
Es lamentable, y ya se ha comentado más de una vez en este foro, que el acceso a la administración electrónica siga adoleciendo de las mismas carencias y lacras contra la ciudadanía que hemos padecido durante siglos en esta piel de toro. Pero lo es aún más cuando se pone al servicio de una supuesta transparencia, que al final queda en papel mojado.
Tal vez, sin tanta parafernalia ni tecnicismo, otros portales ofrecen más información, sin tapujos y dobles filos. Seguramente podría discutirse su validez en términos de protección de datos y tal y tal, pero qué queréis que os diga, hasta estos temas de protección empiezo a creérmelos poco. En el contexto en el que estamos, la regeneración que hace falta es tal que no basta con un puñado de leyes y desiderátum. El cambio debe ser radical, desde la base, contando con la implicación y el compromiso de toda la ciudadanía.